viernes, 10 de febrero de 2012

Yo soy ese viajero... -Barcelona, episodio 2-

¿¡Cuando me dijo que era el partido?!

"Joven, el partido no es el sábado, es el domingo" me dijo la señorita con una cara que denotaba una genuina preocupación por mi situación; y no era para menos, el boleto que había comprado con tanto sacrificio un mes antes, alrededor del cual giraba toda mi estancia en Barcelona y por el que compré el boleto de regreso para (cruel coincidencia) el mismo momento en el que se daría el silbatazo inicial en el pasto sagrado del Camp Nou, daba la entrada a un partido que no se llevaría a cabo el sábado como inicialmente estaba estipulado en la página, sino al día siguiente, cuando yo ya no estaría más en Barcelona.

Así es señora taconuda, cuarentona y con cara de "píchame un lonche", dígale al haragán de su marido que ya deje de estar leyendo y re-leyendo la sección de "anuncios personales" que viene en el periódico amarillista "Metro" y que mejor termine de leer como me fue en esa tierra, cuna de seres humanos tan hermosos como Ariadne Artiles (si usted no la conoce, no sabe de lo que se pierde), si señor, esa tierra en la que es popular la fiesta brava y desde donde zarpó La niña, La Pinta y La Santa María (no señor, no hablo de ninguna trabajadora de ningún lugar llamado "El Candy's"), si señor, esa tierra que llamamos "La madre patria" y que tiene entre sus hijos predilectos a los mas recientes campeones del mundo: España.

Las Ramblas llenas de gente yendo y viniendo en una fiesta continua y sin fin, los museos interminables que necesitan semanas para explorarlos todos, la sagrada familia con su estilo inigualable y su obra viva, las obras arquitectónicas de Gaudí que emanan grandeza de una manera humilde y humana, su teleférico, sus playas, sus mujeres, su barrio gótico, su mercado... no, nada de eso me importaba; digo, ¿a quién engaño? A lo único que iba era a ver el partido entre el FC Barcelona contra el Betis, todo lo demás era secundario. Es por eso que cuando la señorita me dio la noticia que no podría ir a verlo, me sentí... bueno, imagínese usted que a la misma hora del Super Bowl pasaran el final de la novela de su señora; dígame lo que quiera señor flojo y con pelos en la panza, va a hacer su rabieta y le va a dejar el control a la señora que durante dos horas va a estar con el ojo lagrimoso y la nariz pegada al pañuelo; bueno, pues así me sentía, impotente.

Salí de esa tienda oficial del FC Barcelona, y se lo juro que mi semblante sería digno de cualquier "obra maestra" del poeta del pueblo: Ricardo Arjona (Nota del autor: la línea anterior es una frase llena de sarcasmo, no empiece). Caminé sin rumbo, no sabía que hacer, no sabía a donde ir... y dígame usted señor y señorita, ¿que es lo que hace un mexicano normal, común y corriente (más corriente que común) en una situación de total decepción? ¡Si! ¡Efectivamente! ¡Hundir las penas en carne! Osease... Me fui a comer una de las tantas delicias culinarias que nos ofrece Barcelona.

"¿Y ahora que vas a hacer con el boleto?" Ahora tenía un problema que ningún aficionado (respetable) quisiera tener, que me prohibía pensar, que me ataba, me desataba,y luego de a poco me mataba, me botaba y levantaba y volvía a tirar (¡gracias Arjona! -otra vez sarcasmo-), ¿que iba a hacer con ese boleto? Bueno, hice lo que me pareció mas sensato: Ir a quejarme a las oficinas del FC Barcelona. Resultado: Adivinó usted, después de toparme con la cara ucraniana del humor catalán, me dieron una patada en ese lugar sacrosanto donde la espalda pierde su bendito nombre, y me regresaron con "mi pata amarilla" (haciendo referencia a ese bonito juego infantil de "Los listones") con el lacónico: Ponga una queja si quiere, el tiempo de respuesta es de 48 horas y el juego es en 24, haga las cuentas.

 Las Ramblas llenas de gente yendo y viniendo en una fiesta continua y sin fin, los museos interminables que necesitan semanas para explorarlos todos, la sagrada familia con su estilo inigualable y su obra viva, las obras arquitectónicas de Gaudí que emanan grandeza de una manera humilde y humana, su teleférico, sus playas, sus mujeres, su barrio gótico, su mercado... ¿quién quiere ver al FC Barcelona teniendo todo eso a la mano? *se pone en posición fetal en mitad de la calle y empieza a llorar*

El domingo a las 19:00 horas me encontraba abordando el avión que me llevaría a la hermosa ciudad de Sofia en Bulgaria mientras en el Camp Nou, como una cruel ironía de la vida, alguien en el asiento 5A se encontraba haciendo una mueca de satisfacción por haber encontrado tan buen asiento a la ¡mitad de precio!
-"25 Euros"
-"pero..."
-"25 y es todo"
... me recosté en mi asiento, al lado de una pareja de Búlgaros que venían platicando acerca de que les faltó mas tiempo para conocer, las Ramblas llenas de gente yendo y viniendo en una fiesta continua y sin fin, los museos interminables que necesitan semanas para explorarlos todos, la sagrada familia con su estilo inigualable y su obra viva, las obras arquitectónicas de Gaudí que emanan grandeza de una manera humilde y humana, su teleférico, sus playas, sus mujeres, su barrio gótico, su mercado... yo por mi parte, abracé mis souvenirs del estadio y en un silencio que solo se rompió por el sonido de la azafata al pedirme que abrochara mi cinturón de seguridad, una lágrima dedicada al mejor equipo del mundo rodó por mi mejilla. *se pone en posición fetal en mitad del vuelo y empieza a llorar*

¿¡Cuando me dijo que era el partido?!
Este señores, ¡este es su viaje!

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